Un espacio para las reflexiones es fundamental para la labor docente.
La formación docente es un proceso
permanente, dinámico, integrado,
multidimensional, en el que convergen,
entre otros elementos, la disciplina,
aspectos teóricos, metodológicos,
epistemológicos, didácticos, psicológicos,
sociales, filosóficos e históricos
(Chehaybar y Kuri, 2003).
Al hablar del ejercicio de ser docente,
se reconoce que es un asunto que
trastoca lo personal, es decir, la forma
de asumir un rol peculiar, una forma de
interacción con los educandos, no se
limita a impartir una serie de lecciones y
actividades académicas, es cuestión de
pensamiento y de interiorización que
permiten la reflexión permanente del
ejercicio de la docencia.
Por eso se plantearon interrogantes a
los estudiantes, tales como ¿Cuál es el
significado de ser profesor? ¿Cómo
observo a mis estudiantes? ¿Ellos
cómo me observan? que llevan a
cuestionar el rol de ser docente, y en
esencia, tienen su punto de partida en
las experiencias de vida personales, ya
trabajadas ampliamente por teóricos de
la pedagogía ( Max van Manen 1997).
En este sentido, la revisión del
desempeño docente desde esta
propuesta, parte de la reflexión sobre el
hacer y la proyección social del
profesional a través de la implementación
programática de actividades que
lleven a la capacitación y manejo de
situaciones particulares a favor del
cambio o transformación de la práctica
para posibilitar un mejoramiento de las
condiciones sociales y por qué no, del
entorno en donde se desenvuelven los pequeños.
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